No compres ese perro por Arturo Perez Reverte
Un gran articulo de Arturo Perez Reverte: No compres ese perro.
"No
seas imbécil. Ni desaprensivo. No hagas posible que dentro de unos
meses algunos te mentemos a la madre al cruzarnos con el resultado de tu
indiferencia y tu estupidez. Piénsalo mucho antes de dar el paso
irreversible; de complicarte una vida que luego pretenderás solucionar
por el camino más fácil. Aún puedes evitarlo. Impedir que te
despreciemos, e incluso despreciarte a ti mismo cuando te mires en el
espejo. Ya sé, de todas formas, que el autodesprecio es relativo. Tarde o
temprano, hasta con las mayores atrocidades en la mochila, siempre nos
las apañamos para ingeniar coartadas, justificaciones. Conozco a pocos
que, hagan lo que hagan -desde faenas elementales hasta cargarse al
prójimo-, no acaben durmiendo a pierna suelta tras unos pocos ejercicios
de terapia personal. Aun así, permite que te lo explique antes de que
ocurra, primero, y después se te olvide. Resumiendo: intenta no
convertirte, innecesariamente, en un hijo de la gran puta.
Sé
que tus niños quieren un perro. Que les hace una ilusión enorme y te dan
la matraca desde hace mucho. Que tu hija, por ejemplo, te hace babear
cuando te abraza y pide una mascota. O que te acabas de separar de tu
legítima, y crees que regalándole al crío un animal, y paseando con él
los fines de semana, podrás recuperar el terreno perdido, o no perderlo
en el futuro. Hay mil razones, supongo. Un montón de circunstancias por
las que has pensado comprar un perro estos días, para tus hijos. O para
tu mujer. Tal vez para ti mismo. Un perro en casa, por Navidad.
Déjame contarte, porque de eso sé algo. He tenido cinco perros, así que
calcula. Y no hay nada en el mundo como ellos. No hay compañía más
silenciosa y grata. No hay lealtad tan conmovedora como la de sus ojos
atentos, sus lengüetazos y su trufa próxima y húmeda. Nada tan asombroso
como la extrema perspicacia de un perro inteligente. No existe mejor
alivio para la melancolía y la soledad que su compañía fiel, la
seguridad de que moriría por ti, sacrificándose por una caricia o una
palabra. He dicho muchas veces que ningún ser humano vale lo que un buen
perro. Cuando uno de nosotros muere, no se pierde gran cosa. La vida me
dio esa certeza. Pero cuando desaparece un perro noble y valiente, el
mundo se torna más oscuro. Más triste y más sucio.
Es muy
posible, naturalmente, que aciertes. Que, tras pensarlo bien, tomes la
decisión y asumas las consecuencias con feliz resultado. Que comprar un
perro para tus hijos, para tu mujer o para ti sea un acierto. Que su
compañía cambie vuestra vida para bien. Que os haga más conscientes de
ciertas cosas. A menudo, un perro acaba haciéndote mejor persona. Te
hace sentir cosas que antes no sentías. Sin embargo, no siempre es así.
Un perro en el lugar inadecuado puede volverse un drama. Una incomodidad
para ti y los tuyos. Y una tragedia para él.
Permíteme
imaginar lo que podría ocurrir. Que vayas a la tienda, elijas a un
perrito delicioso, y eso te valga gritos de alegría y besos familiares.
No hay nada tan simpático como un cachorrillo. Al principio todo serán
incidentes graciosos y situaciones tiernas. Luego, si vives en piso
pequeño o lugar inadecuado, las cosas pueden ser diferentes. Un perro
exige cuidados, gastos, paseos, limpieza, comida. No aparece y
desaparece cuando conviene. Es un miembro de la familia con derechos y
necesidades, que exige pensar en él cuando se planean vacaciones, e
incluso una simple salida al cine o a un restaurante. A eso añádele la
educación. Un perro mal educado puede convertirse en una pesadilla
familiar y social. Además, cada uno, como las personas, tiene su
carácter. Punto de vista y maneras. Eso exige un respeto que no todos
los humanos somos capaces de comprender.
A estas alturas, sabes
dónde voy a parar. Si eres de esa materia miserable de la que estamos
hechos buena parte de los seres humanos, acabarás abandonándolo. Un
viaje en coche a un campo lejano, una gasolinera, una cuneta. Abrir la
puerta para que baje y seguir tu camino, acelerando sin atender los
ladridos del chucho que correrá tras el automóvil hasta quedar exhausto,
desorientado, incapaz de comprender que su mundo acaba de romperse para
siempre. El resto no hace falta que lo detalle, pues lo sabes de sobra:
él nunca lo haría, y todo eso. Los niños preguntando dónde está el
perrito, papi, y tú oyendo aún esos ladridos que dejabas atrás.
Avergonzado de ti mismo, o tal vez no. Ya dije antes que un rasgo del
perfecto hijo de puta es arreglárselas para que sus actos acaben por no
avergonzarlo en absoluto. Así que voy a pedirte un favor. Por ti, por
mí, por tus hijos. Antes de ir a la tienda de mascotas esta Navidad,
mírate al espejo. Y si no te convence lo que ves, mejor les compras un
peluche."
Arturo Perez Reverte
No hay comentarios:
Publicar un comentario